¿Y si el colapso ya llegó y simplemente seguimos yendo a Pilates?

Me estaba pintando las uñas cuando me llegó la noticia de que tres países se quedaron sin luz. Pasaron 10 hs, con videos pseudo pandémicos con supermercados vacíos, disrupciones del día  a día y gente reunida a jugar juegos de mesa. Al día siguiente, entré a Linkedin y lo primero fue un posteo sobre las 10 cosas que aprendí sobre el apagón, acompañado con unas fotos de los momentos de incertidumbre. Solo cerré la computadora. 


Hay una guerra (varias). El dólar mundialmente cambia con la volatilidad de una influencer con jet lag. Los bancos suben las tasas como si quisieran enseñarnos una lección. Europa anda rara. EE.UU. también. Asia no se queda atrás. Y mientras todo eso sucede, alguien me recomienda un sérum para las ojeras con colágeno vegano en TikTok.

¿Estamos al borde del colapso o ya lo pasamos y no nos avisaron? 

Leemos titulares con cara de entendidas: “Los mercados tiemblan”, “Escalada bélica”, “Recesión técnica”. Nos hacemos los que procesamos. Como si no nos estuvieran hablando en otro idioma en algunos temas. Pero, en realidad, lo que nos angustia no es que haya inflación en Alemania. Es que no sabemos qué hacer con nuestra vida mientras el sistema entero hace agua y seguimos enviando CVs como si fueran botellas al mar.

Empiezo a sospechar que hay algo profundamente cínico en seguir produciendo, publicando, optimizando, como si no estuviésemos todos con el alma en modo avión.

No hay artículos sobre atravesar las crisis del mundo, y este tampoco va a ser uno. Hay skincare. Hay productividad. Hay newsletters que te resumen la caída del sistema financiero mundial con gifs y emojis. Hay CEOs hablando de resiliencia mientras despiden al 40% del equipo. Y también estamos nosotros, subiendo stories, como si la vida siguiera exactamente igual.

 ¿Y si este es el nuevo mundo del que tanto nos hablaron?
¿Y si el futuro ya llegó, pero no viene con autos voladores, sino con ansiedad generalizada, heladeras medio vacías y una obsesión extraña con los rendimientos trimestrales?

Vivimos en un sistema que se está desmoronando, pero con buen branding. Lo disfrazamos de “cambio de paradigma”, “nuevas oportunidades” y “transformación digital”. Pero huele a miedo. A fin de fiesta. A esa sensación incómoda de cuando no sabes despedirte y cerrar una conversación.

¿Entonces qué hacemos?

Quizás lo único que podemos hacer es empezar a decirlo. A escribir cartas en vez de mandar mails. A escuchar en vez de responder rápido. A frenar, a mirar el borde, a reírnos un poco del vértigo. Y, con algo de suerte, encontrar otros como nosotros: que siguen yendo a pilates, sí, pero con la intuición clarísima de que algo se rompió y todavía no sabemos si vamos a tener que salir a arreglarlo... o simplemente aprender a vivir en las ruinas.

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Cartas que no llegan.